martes, 30 de octubre de 2012

Aniversario de Miguel Hernández



Poco o nada podemos decir a estas alturas y en este momento de este poeta del pueblo, Miguel Hernández. Los autores de este blog no somos literatos profusos ni historiadores, así que nos limitaremos a dejar constancia de un sólo trazo del reconocimiento a esta figura del siglo XX español. Reconocimiento que ni es el mejor, ni el más detallado, ni el más sentido ni especialmente destacable por ninguna cualidad concreta. Pero el nuestro al fin y al cabo.

No fue un premio Nobel de literatura ni mucho menos. Su obra queda lejos de tecnicismos, vanidades y conceptos fríos como el de la "poesía pura" de cierto ganador del premio Nobel de literatura. No es así. 

Miguel Hernández era cabrero. Sí, cabrero. Como lo fue su padre. Una dedicación de gente sencilla y honrada. Profesión de gente generalmente humilde, y que requiere de bastante sacrificio. Hay que sudar para comer. Labor desempeñada que no fue óbice para que se fuese acercando a la literatura, y que poco a poco se hiciese autodidacto y nos dejase composiciones que a los que somos de una determinada cuerda política nos puede hacer saltar de nuestros asientos. Sobre todo en Viento del Pueblo [Poesía en la guerra](1937).

Sin embargo, autodidactos todos somos en algo. Lo realmente valioso en la figura de Miguel Hernández es que ese genio lo puso al servicio de una buena causa: apoyó en la Guerra Civil a quienes se mantuvieron fieles a la legalidad emanada de las urnas y la Constitución del '31. Porque se puede decir que las flores son muy bonitas, que los pajaritos trinan con mucho esplendor o que el amor es una cosa maravillosa; pero contribuir a la causa común es muestra de compromiso. Compromiso que a Miguel le llevó a morir miserablemente hacinado en la cárcel en 1942 enfermo de tifus y tuberculosis, por haber cometido la atrocidad de escribir y ser rojo. Igual que Lorca. Le silenciaron, y si se calla el cantor calla la vida -como decía la canción-, como el pueblo español calló durante 40 largos y penosos años. Sin embargo, su obra es parte del acervo de la literatura universal, le pese a quien le pese.

Y es que en la poesía de Miguel Hernández hay un trasfondo que va más allá de lo estrictamente político: en su obra en la etapa de la Guerra Civil uno puede a través de su lectura llegar a sentir como un miliciano más: se puede sentir cómo fluye primero un sentimiento de rabia y de rebeldía ante el enemigo, o incluso una arenga a los iguales animándolos a dar la batalla. Sentimiento de rabia que en la obra posterior a Vientos del Pueblo se torna cada vez más cronológicamente en aflicción, sobre todo porque a partir de 1938 se va vislumbrando el desenlace fatal de la contienda.

Serrat dio cuenta de los poemas de Hernández al igual que de Machado y demás; pero por lo recurrente de su música, creo que está demás traerlo aquí también. 

Para ilustrar la entrada, he optado por buscar entre unos viejos vinilos, y que tengo el placer de compartir con vosotros/as.

En primer lugar, unos poemas recitados por el conocido comunista Paco Rabal en 1964, en discos Vergara. Se trata de una selección del poemario "El rayo que no cesa".



Y en segundo lugar, a una cantante estadounidense de reconocido prestigio internacional, Joan Báez, quien grabase en 1974 Llegó con tres heridas, del Cancionero y romancero de ausencias. Disco que por cierto fue censurado en España en su época, conteniendo dos temas menos que su edición íntegra.






 Miguel Hernández fue una víctima más de una generación prolífica de grandes escritores, pensadores y humanistas. Unos fueron masacrados de forma miserable, el resto condenados al exilio. Exiliados como Juan Ramón Jiménez, que tras ser Nobel de literatura su obra antes denostada pasó a ser de lectura obligatoria en las escuelas franquistas. Sólo quedaron en la lúgubre y retrasada España franquista cuatro escritores vanidosos como José María Pemán (quien puso a la Marcha Granadera una letra aún más vergonzante que los "40 años de paz"), o el delator y cantamañanas C. J. Cela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario