viernes, 5 de octubre de 2012

Salirse del rebaño, o la política en la encrucijada entre el ¿sentimiento? y la razón.



Demagogia: Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder.

Chabacano: Sin arte o grosero y de mal gusto.


     Ese es el camino fácil. Hacer un discurso demagógico, chabacano, populista y en numerosas ocasiones hasta antitético. El decir que sobran políticos. Lo que viene a ser asestar una puñalada más a esta democracia liberal que tiene mucho de formal pero poco -y cada día menos- de tangible. Recortar, recortar y recortar. Tras dejar el Estado del bienestar hecho jirones, ahora tocaba recortar la poca democracia que tenemos. Y ciertos sectores de la población asisten encantados al acto de magia por el que cada vez más Eshpaña es una Nación cuyo gobierno es cada día más excluyente y más autoritario.

     Lo antitético de todo esto es que los primeros a la hora de pretender recortarnos en democracia y hablar de casta política o políticos profesionales son los que llevan lustros calentando sillones varios [Dª Rosa Díez, 33 años y los que vengan]. 

     Estos personajes populistas, demagogos y aficionados a repetir siempre la misma cantinela son los primeros que quieren conquistar el poder a toda costa (UPyD: cada voto cuenta) y sobre todo a base de reprimir la ideología que verdaderamente se lleva dentro (PP presuntamente liberal y de extremo centro vs. la Alianza Popular que cerraba sus mítines en 1977 al grito de Franco, Franco, Franco) o a base de prostituirla y malvenderla (PSOE de Rubalcaba, Elena Valenciano u Óscar López vs. PSOE de Pablo Iglesias, Besteiro o Largo Caballero).

     Es triste querer alcanzar el poder por el poder, con el único objeto de cambiar todo lo que haya que cambiar para que no cambie nada, excepto quien ocupa el sillón. Al fin y al cabo es lo cómodo, no preocuparse por nada ni por nadie; yo a lo mío y que cada cual reviente por donde pueda. Indudablemente, es la consecuencia nefasta del discurso del mal menor. Esos "que viene la derecha" del PSOE, o "que viene el PSOE y destruye la familia tradicional, bendice el aborto y rompe España" del PP.

     Quien haya militado, simpatizado u orbitado alrededor de uno de los grandes -como es mi caso-, ha podido salir escaldado perfectamente. Aceptar el mal menor, la moderación, o vender como si fuera un logro lo que realmente es una mierda que huele mal desde bien lejos, o el no digas esto porque parece que no estamos unidos, son las situaciones que nos han llevado a la espiral de decadencia en la que estamos sumergidos. Y la culpa la tenemos al fin y al cabo la gran mayoría -el que escribe estas líneas uno más-, que alguna vez hemos votado por ellos.

     Las ideologías, al contrario de lo que dicen desde UPyD, no son malas. Si una ideología es un conjunto ordenado de ideas, el carecer de ideología conlleva a emitir una serie de ideas dispares y en desorden (véase Rubalcaba y la unidad de España, transformado una semana después en una apuesta a la desesperada por el federalismo). Ahora bien, está claro que a los dos grandes, e incluso a UPyD, les interesa contar con el beneplácito de un ciudadano medio al que previamente le han invitado a no pensar, a no protestar y a contentarse con el mal menor. Ese mal menor que día a día se convierte en el mal mayor. Porque vamos de forma progresiva a peor porque nosotros, los de abajo, no nos organizamos ni nos movilizamos lo suficiente.

     En esa misma línea, lo mejor que puede haber es un político con una ideología y un discurso coherente, porque donde no hay ideología, hay afán por el poder y el dinero, nada más. El poder, que más que poder debiera considerarse única y exclusivamente como responsabilidad, tendría que emplearse para que la situación del ciudadano de abajo cambie radicalmente. 

     Por ello, nosotros, los que estamos con una mano delante y otra detrás (en el mejor de los casos), tenemos la obligación moral como ciudadanos de apagar el televisor y dejar de vivir cómodamente esperando a que otros se muevan por nosotros, tomar nuestra bandera y salir a la calle a reivindicar lo que es nuestro. Ya está bien de que se nos pisotee. Es hora de dejar atrás nostalgias, resentimientos y recuerdos de un ayer que a buen seguro no volverá. Es el momento de rebelarse.

     Los autores del blog, en lo personal, nos hemos afiliado hoy a Izquierda Unida, porque en nuestra opinión -y este es un blog de mera opinión- es a día de hoy la única fuerza que defiende nuestros intereses de clase con la suficiente credibilidad y perseverancia. Un proyecto en el que ideológicamente encajamos y con el cual hemos decidido comprometernos. Y es aquí donde -enlazando con el título de esta entrada-, ante la encrucijada que suponía pertenecer a un partido donde cada día está más difuminada la ideología y en el cual estábamos como quien usando un 45 de calzado trata de embutirse los pies en unos zapatos del 42, comulgando con ruedas de molino con las cantinelas del mal menor, el pensamiento único y la funesta manía de la moderación. Esto es a lo que podríamos llamar ¿sentimiento? con interrogantes, porque habría que preguntarse qué sentimiento cabe aquí. Sólo un sentimiento ciego. Por el contrario, pertenecer a Izquierda Unida sería la razón, porque no es meramente una idea vana y frívola, sino una decisión adoptada desde la reflexión serena y el análisis de la realidad. Reflexión y análisis que da pie a un sentimiento, el de pertenencia a un grupo: el grupo de quienes de verdad quieren transformar la realidad para el beneficio de todos y todas sin obtener ninguna ventaja más allá de la que pueda obtener cualquier otra persona por el mero hecho de ser persona. El afán por ganar dinero fácil haciendo poco y el vicio del poder que se lo queden quienes todavía son los grandes. Tan grandes como su vacío ideológico. Tan grandes como la derrota que les espera.


Bienvenidos a nuestro blog.


    

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