miércoles, 17 de octubre de 2012

La socialdemocracia: la cultura de la hipocresía.

Hay dos etiquetas que son cuanto menos intrigantes: socialdemócrata y progresista.

Los que son de la presunta izquierda moderada. El centroizquierda. El centro absoluto. La derecha blanda y reprimida. Los que se sienten españoles y españolas que no son fachas pero tienen una pasión desmedida por la banderita cuanto menos sospechosa. Los que no son monárquicos pero que oyen "República" y se meterían bajo la mesa. Los que se llaman juancarlistas a sí mismos, por todo aquello del 23 de febrero de 1981, una historia contada como una media verdad, de la que nunca sabremos exactamente qué pasó.

 Los mismos que si se tercia visten de Spagnolo o Lacoste. Los mismos que se repeinan de mala manera. Los que tienen algún trasto de la marca del explotador mayor Steve Jobs. Esos mismos que sienten lástima de todo pero políticamente se compromenten con quienes prometen cambiarlo todo para que todo siga tal y como estaba cuando llegaron. Esos a los que la mencionada lástima se les pasa apenas vuelven a hundir la cabeza en su aparato electrónico de varios cientos de euros. Esos que se gastan los cientos de euros en algo que sirve para lo mismo que una cosa análoga pero costando mucho más por el fetiche de la marca y un status social frívolo y vacío.

Los que son demócratas y modifican un artículo de la Constitución manteniendo al pueblo callado. Los que defendiendo a los trabajadores como política de empleo no tienen una idea más brillante que cepillarse el Estatuto de los trabajadores para quitar estabilidad al trabajador medio. Los que mientras por delante predican y dicen ser leales, por detrás apuñalarían a su propia madre por una cuota mayor de poder. Esos que van de amigos y son los topos traidores. Esos que dicen que hay que saber criticar, pero apenas das la nota discordante te estigmatizan in saecula saeculorum. Esos que predican pero no dan trigo. Esos que ven la paja en el ojo ajeno pero no ven la viga en el propio. Esos que aparentando ser los más rebeldes son los primeros en bajarse los pantalones y pasar por el aro.

Los que claman al cielo con cada desahucio y en su día dieron un claro NO a la dación en pago. Esos que mientras afirman que la culpa de la crisis es de los bancos son capaces de indultar a banqueros. Esos que piden el voto últil y colándote una especie de mal menor, al cabo de 4 años te presentan un mal mayor en bandeja.

Los que hoy tienen a un líder encumbrado y mañana a otro. Los mismos que repiten las consignas que suelta el líder o el aparato sin masticarlas, reflexionarlas y comprenderlas. Son aquéllos que defenestran al líder una vez que el aparato del partido le retira.

Los mismos que se tienen por una familia unida y bien avenida. Son esos que se vuelven de espaldas y se dan de puñaladas hasta que se quedan satisfechos. Los mismos que para mantener la unidad sólo conocen el pensamiento único, y que todo lo demás sea ser radical y un revolucionario de salón.

Esos que estando a la izquierda de la raya ficticia que en el bipartidismo español separa la izquierda de la derecha, podrían estar en la derecha. Esos mismos tienen un pie en la derecha y el otro en el extremo centro. Son los que no lo saben. O tal vez sí. Y puede que no interese que eso se sepa.

Socialdemócratas, progesistas, ante-todo-españoles... ¿Con quiénes estáis? ¿Con los de arriba o con los de abajo? Los de arriba tienen el poder económico. Son los que todavía tienen al pueblo atado. Los de abajo los que sólo tienen sus manos. Pero los de abajo tienen manos más fuertes, y sobre todo, pueden juntar más manos. Los de abajo, los que no tienen nada que perder y todo por ganar. Los de arriba, los que alguna vez tendrán que morir igual que los de abajo pero siendo los más ricos del cementerio.

Pensadlo. Aunque ya no necesito respuesta.


(Gracias, lectores y lectoras de este modesto blog).

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