martes, 20 de noviembre de 2012

La hipocresía de Israel y los premios Nobel en la vitrina





El Estado de Israel que conocemos data de 1948. El día 14 de mayo de aquel año, proclamaron su independencia. La cuestión surge con una “maravillosa” idea de la ONU en 1947; la partición de Palestina en dos territorios: la bifurcación entre un Estado judío y otro árabe. Con ello se quería dar una respuesta al movimiento sionista que ya encabezara Theodor Herzl. La “necesidad” de volver a ocupar la “tierra prometida” al pueblo judío. Sí, a ese pueblo judío que en el año 33 –según las Escrituras- condenó a muerte al que debiera haber sido su mesías, no que aún lo siguen esperando. La necesidad, como decía, de ocupar una tierra a costa de barrer de allí a la población musulmana.

Ya se afinaba en 1917 por parte del Reino Unido en la Declaración Balfour dando el visto bueno a la creación de un Estado judío en el territorio de Palestina. Pensaban –ilusos- que no esto no iba a afectar a los derechos civiles de los no judíos. Judíos de todos lados, principalmente de Europa, comenzaron a emigrar de forma cada vez más progresiva hasta que en 1939 se pone una especie de restricción a la inmigración por parte del Reino Unido.

Esta gran memez de la ONU ha venido arrastrando una situación en la que no cabe una solución pacífica a corto o medio plazo, en vista de las pretensiones soberanas de ambos Estados (porque Palestina lo es, aunque sea de facto). Es una locura. Por hacer una analogía en plan bestia, pongamos que todos los musulmanes residentes en España emigran a lo que era el antiguo Reino de Granada y piden un Estado musulmán. ¿Cómo no se iba a defender con uñas y dientes la integridad territorial? En esas nos encontramos cuando en el mismo 1948 se ataca desde Egipto, Jordania, Siria, Irak y Líbano al nuevo Estado. Este Estado de Israel, legítimo –pero inmoral- no sólo se limitó a defender sus inmorales fronteras, sino que se lanzó a ampliar su territorio. Y aquí tanto uno como otros tendrán su parte de responsabilidad, Israel principalmente. Han quedado para la historia nombres como la Guerra de los Seis Días o la Guerra de Yom Kipur. Puntos álgidos de una situación beligerante que hasta el día de hoy se ha visto jalonada con sucesivos recrudecimientos.

El Estado de Israel, por si no queda aún claro; no tiene razón de ser. Y si alguna tuviera, la pierde progresivamente a cada palestino muerto por las bombas que caen de Israel, o que son abrasados por el fósforo blanco. Masacran a niños, mujeres y anciamos. 

Tenemos dos premios Nobel de la Paz que son cuando menos cuestionables: para el Presidente Obama, y el más reciente –aún apenas ha tenido tiempo para deslucirse- para la Unión Europea. Si se les otorgó el galardón algún conato de pacifismo se les presume. Y son tanto la Unión Europea como EE.UU., quienes tienden la mano a Israel, sobre todo los Estados Unidos del señor Obama. Y lo hacen además mirando para otro lado a la hora de fraguar un Estado Palestino.

De igual manera, y es una reflexión que comparte mucha gente, Israel lleva dándole vueltas desde el Tercer Reich y el judío de un solo testículo exterminador de judíos hablando del holocausto que sufrieron. Pero, ¿Qué están haciendo ellos con el pueblo palestino? ¿Cómo quieren vender al mundo una imagen de paz si apenas empiezas a girarte masacran a un pueblo al que se le ha colonizado buena parte de su territorio? ¿Se puede ser más cínico? ¿Cabe mayor hipocresía encarnada en un Estado?

España, y todos aquellos países que se consideren dignos –Cuba, ese país al que tanto se le achaca una presunta falta de democracia, votó NO a la creación del Estado de Israel-, deberían retirar a sus embajadores del país, pero no sólo a la espera de un alto el fuego, sino –y sería lo mínimo- hasta hacer que Israel retorne a las fronteras que se le diseñaron en 1947. La Comunidad Internacional tiene hoy mecanismos –diplomáticos o tal vez más persuasivos- para zanjar este conflicto. ¿Acaso no abre la puertas a crear guerras donde hay paz con el leitmotiv de apoderarse de recursos naturales? Hoy, estos grandes actores que dicen llevar a Oriente Próximo la democracia –Afganistán, Irak, tal vez pronto Siria o Irán-… ¿por qué no ponen empeño en pacificar la zona? Ah, sí porque los grandes libertadores que se tienen por la cabeza del nuevo orden mundial tienen a un alumno servil en oriente próximo, de forma que les sirva de lanzadera para sus ofensivas en la zona por los motivos ya indicados. Es que Israel es la sexta potencia en armas nucleares. Y dentro de las armas no nucleares, es un mercado muy importante -porque a alguien tendría que colocarle las bombas de racimo el Sr. Ministro Morenés-. Este dato es más sorprendente si tenemos en cuenta la diminuta dimensión del país (poco más extenso que la provincia de Badajoz).

Y ya ni hablemos de un caso que es de escándalo: el conde Folke Bernadotte, conocido por rescatar prisioneros de guerra en la Alemania nazi -entre ellos, a judíos-, y fue acribillado a balazos en 1948 por un grupo armado sionista.

Y que conste que en este blog no tenemos ningún prejucio contra la religión judía. Al menos no en la medida en que no lo tenemos hacia otras religiones; siempre y cuando los preceptos se tomen con mesura.


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