domingo, 14 de abril de 2013

14 de abril.


82 años han pasado desde que los concejales de Éibar hicieran del municipio el primero en izar la tricolor y por tanto, en proclamar la llegada de la República en el municipio. España en 1931 adolecía de los mismos vicios que la España de 2013, salvando los ligeros matices: la ciudadanía de dos clases: de un lado los caciques, terratenientes e industriales de entonces frente a los especuladores, terratenientes que captan subvenciones europeas por tener unas tierras baldías en su poder y oligarcas de todas clases. Del otro lado, ayer y hoy, trabajadores de toda clase: quienes han tenido que trabajar generación tras generación para tener qué llevarse a la boca y un sitio en el que caerse muerto; quienes no han heredado más que el apellido y cuatro habas contadas.

La crisis que azotaba a España en 1931 era política y social. Política, porque tras un sistema canovista en el que un bipartidismo absolutamente ficticio se alternaba en el poder de forma amañada prometiendo a todos industria y un ferrocarril acabó en la dictadura de Primo de Rivera. Tras siete años de dictadura en la que se castigó el pluralismo político y el caciquismo siguió campando a sus anchas, el sistema estaba listo para ser derruido, era un campo yermo sobre el cual se había echado sal y no volvería a brotar nada. La crisis, como digo también era social: grandes masas de población analfabeta, desnutrida y escasamente vestida y calzada. En cada pueblo, un foco de enfermedades, calles sin adoquinar, lodazales por doquier, y un cacique en casi cualquier ayuntamiento. Los gobiernos de izquierda de aquella República, con el poco tiempo que tuvieron, trazaron un plan absolutamente ambicioso, cuyo fin era purgar a la República de los vicios caciquiles arrastrados desde todo el siglo anterior. Desde las grandes obras hidráulicas hasta llevar la educación a todos los niños y niñas de la República, pasando por la expropiación de los grandes latifundios, siguiendo nuestra consigna de que la tierra ha de estar en manos de quienes la trabajan, pues pensemos que al fin y al cabo quienes trabajan la tierra son quienes nos dan de comer. La República trajo consigo la laicidad del Estado, y para ello se evitó que los jesuitas ejerciesen actividades docentes, pues al fin y al cabo qué se puede esperar de ellos sino adoctrinamiento, sobre todo a tan tiernas edades. Y sobre todo, la República vino a tratar de acabar con el clientelismo caciquil y sus redes de corrupción. ¿O acaso era en vano ese ¡comed República! que soltaban los caciques a sus jornaleros explotados?

En 2013, con cuarenta años de una dictadura que hizo válido que África comenzaba en los Pirineos, y 35 de una monarquía chistetucional (porque parece un chiste la Constitución, con lo que se vilipendia día tras día por los poderes públicos), los vicios se han vuelto a reproducir como hongos: las instituciones de este país ya no se las cree nadie: la monarquía corrupta, el Gobierno corrupto, el partido que gobierna hasta las trancas de mierda; el partido de la “oposición” (que mientras de frente se opone, al girar la cabeza asiente) igualmente podrido en casos de corrupción. La democracia, dinamitada por la troika. La economía, hundida por ladrones nacionales e internacionales ávidos en deseos de multiplicar su dinero sin dar un palo al agua y sin ejercer ninguna actividad productiva.

Hoy más que nunca necesitamos nuevamente la venida de la República. Una Tercera República que ha de tener una gran ambición. No nos sirve quedarnos en quitar al rey para poner a un presidente de la República; eso sería como barrer una habitación sin pasar la escoba por debajo de la mesa y las sillas, donde se acumula tanta porquería como a la luz. La III República ha de aspirar a amparar bajo su manto tricolor (¿o tal vez no? Total, una bandera al fin y al cabo no deja de ser un trapo rectangular) una nación en la cual todas las personas tengan una igualdad efectiva de oportunidades, en que la educación sea absolutamente pública, laica y gratuita. Un país en el que la sanidad sea un derecho común, y que a nadie se le niegue su derecho a gozar de buena salud por motivos de cotización o fronteras. Una República en cuyo nombre se administre una justicia que sea rápida, eficaz e independiente de los grupos de presión. Un país en el que el concepto de “justicia social” deje de sonar a utópico. Un Estado federal en el que todas las regiones/autonomías/Estados se puedan mirar en condiciones de igualdad, sin que unos sean más que otros. Una sociedad que pueda acceder de forma más libre a la cultura. Un Estado en el que los servicios básicos (agua, luz, transportes...) estén nacionalizados, y sus plusvalías, en lugar de ir a unas miserables manos privadas, retornen a la estructura del Estado y vuelvan a repercutirse sobre la sociedad. En suma, una República que respete la dignidad humana.

Celebrábamos hoy los compañeros y compañeras de IU, en las calles de ciudades y pueblos, en las plazas y en los parques el aniversario por la Segunda República mientras vindicábamos la Tercera. El ambiente ha sido de reivindicación pacífica. Los artistas e intelectuales nos apoyan de forma mayoritaria -quienes tienen el valor de señalarse, claro está-. El tiempo está poniendo las cartas sobre la mesa, y se ve quiénes han defendido la República, con todos sus atributos, desde siempre; y quiénes lo único que pretenden es descabezar la monarquía, incluso traicionando a ese rey al que tanto le lamen el (…) por el hecho de que si la monarquía ha de caer, no arrastre consigo al resto del sistema. 

Es el momento, ahora o nunca. De la misma forma en que cayó se derribó la estatua de Sadam, o como l'estaca de Lluís Llach, si tiramos unos de aquí, y otros de allá, al final este sistema injusto ha de caer. Quienes quieran ser actores de este guión, y quieran llegar a una República con una democracia que además de formal sea material, tienen a sus compañeros y compañeras de viaje en Izquierda Unida. No somos el enemigo, diga lo que diga la caverna mediática. Somos el aliado, los del 99%. Marchemos a por la Tercera. El camino se ha iniciado, y no hay vuelta atrás. La salida está caminando siempre adelante. 

Gracias a todos,

Salud y [III] República




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